Enero 2011
La ciudad invisible, abarca diversos conceptos vinculados con una condición humana en construcción. Una construcción del mundo que se encuentra todavía sin definición. Buscar un estatus entre la materia: cemento, piedras, cristales, una combinación de elementos diáfanos y de materiales oscuros, esperando ser precisados.
Eva Martín Dorta descubre el valor y fecundidad de la materia, para proceder con restricciones y sugerencias creativas, obstáculos y liberaciones. Dialoga con la materia, redactando una visión que se ubica en las profundidades del espíritu, y que no tiene nada que ver con las provocaciones de la realidad física concreta. Una relación con el universo de las cosas que se tocan, que se huelen, que están sujetas a desgaste, transformación, a un desarrollo de las nuevas formas posibles.
La materia, no sólo se convierte en el cuerpo de la obra, sino también en su fin, en el objeto del discurso estético.
En esta «CIUDAD IVISIBLE», el observador se plantea cuestiones referidas al silencio, la soledad. ¿La escultora piensa lo mismo? Considero, que existe una afinidad conceptual con las pinturas urbanas de Edward Hopper. Son ciudades diferentes, pero cercanas en espíritu.
SECA HERRERA