DICIEMBRE 2011
Desde que el observador se adentra en la obra de la autora, los primeros aspectos identificativos que resalta son la claridad y limpieza de las tonalidades cromáticas plasmadas en relación con el tema escogido. Esto deriva en sensaciones ambientales (frío, humedad, calor) que el que mira puede sentir. Es decir, como si la persona que contempla un cuadro de Marevi, pasa a formar parte del contenido de su pintura.
Se centra en los reflejos, por tanto, en la luminosidad de las atmósferas y de los objetos que se perciben en sus lienzos. Sabe destacar los ambientes y dar protagonismo a los elementos concretos. No es un realismo convencional, al contrario, desarrolla vitalidad en los conceptos trabajados. Me atrevería a enumerar influencias hiperrealistas que otorgan autenticidad a su trabajo pictórico: nitidez, lo reluciente, virtuosismo frío, geometría, etc. Por supuesto, no dejan de ser influencias, pautas. Estos reflejos nos muestran metáforas gélidas y tecnológicas, y también afectivas. Contenidos unidos por la extensión o prolongación de las formas teñidas de color.
En esta exposición, merece ser destacada otra característica importante: el desplazamiento. La artista presenta oportunidades para el movimiento. Nos anima a viajar, brindándonos la posibilidad de mover el paisaje del cuadro. Si sentimos la temperatura en nuestra piel, del mismo modo, experimentamos la velocidad de la sociedad. No en toda la obra, pero sí en lienzos destacables. En otras telas, el estatismo nos comunica una reflexión sobre la desaparición de valores, de actitudes, y el reflejo es la huella del mensaje.
SECA HERRERA
Comisario de la exposición